Estrategias para fomentar la autonomía en los niños
Subirse a un árbol, correr por el patio, saltar a la cuerda, jugar al futbol o balancearse en el columpio de un parque… Estos y otros, son juegos en los que los niños pueden resultar con raspones o golpes, pero es algo que todos deben experimentar. Después de todo, jugar, más que una diversión, es un momento para cuestionar, aprender y… sí ¡arriesgar!
Por más que el primer impulso de muchos padres y madres sea el de sobreproteger a sus hijos, algunas investigaciones señalan que los pequeños y pequeñas necesitan correr riesgos para aprender acerca de sus propios límites y posibilidades.
Los beneficios de jugar con ciertos riesgos para los pequeños
Desde la infancia hasta la vejez, cuando los riesgos forman parte de nuestra vida, sabemos que existen y aprendemos a lidiar con esas situaciones fuera de nuestra zona de confort.
Es algo fundamental para que los niños se sientan más seguros y, sobre todo, para que aprendan a cuidarse a sí mismos en la medida que les sea posible. Además, exponerse a jugar con cierta medida de riesgos, les proporciona cierto aprendizaje que más tarde podrán aplicar a otras áreas de su vida. Esto quiere decir que los niños que se topan con retos y situaciones de riesgo en los juegos, pueden aprender y desenvolverse mejor cuando sean adultos y tengan que tomar decisiones arriesgadas como un cambio de empleo, vivir fuera del país, emprender nuevos negocios, invertir en proyectos innovadores, etc.
Jugar al aire libre
Los juegos al aire libre son positivos para que el niño tenga una vida más saludable y representan una actividad física además de incentivar su creatividad, sus habilidades sociales, y de ayudarles a superar desafíos y frustraciones para que se desenvuelvan mejor en un futuro. En ese aspecto, jugar al aire libre con elementos naturales o en los patios, permite una serie de beneficios que, muchas veces, jugar dentro de casa no contempla.
Los límites entre el riesgo “bueno” y el riesgo «malo»
Claro que cuando decimos correr riesgos, no estamos hablando de dejar a los niños más expuestos a sufrir accidentes o poner su vida y salud en peligro, sino en un contexto de juegos y actividades (principalmente al aire libre) con la presencia y supervisión de un adulto. Por eso, es importante evaluar en cada situación cuáles son las probabilidades de que el niño se haga daño y cuáles son las consecuencias que tendrá en su vida. Después de todo, el miedo y la noción de peligro también son fundamentales y, además, es importante entender y respetar los límites de cada uno.
Los límites varían de familia en familia y, sobre todo, dependen de la forma en que cada padre/madre eduque a su hijo. Si para algunos padres que el niño se caiga y rompa un brazo es algo que forma parte de la vida, para otros puede ser inadmisible.
Lo importante es que tengamos en mente que no siempre vamos a estar cerca de nuestros hijos y que, por lo tanto, prepararles para la independencia y la autonomía es un factor fundamental aunque pueda suponer un poco de dolor en ciertas ocasiones tanto para los padres como para los hijos.
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